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La Leyenda del Bautizo de Felipe II

Daniela De Amorín |

La tradición marcaba que el pequeño príncipe debía ser bautizado en la iglesia de San Martín, un pequeño templo modesto y discreto ubicado a escasos metros de la puerta principal del Palacio. 
La Leyenda del Bautizo de Felipe II

Valladolid es una ciudad repleta de historias y leyendas que perviven en nuestro imaginario social. Una de la más extendidas es la del nacimiento y bautizo de Felipe II, cuya huella permanece expuesta a día de hoy en el Palacio de Pimentel, actual sede de la Diputación de Valladolid junto a la Plaza de San Pablo. Corría el año 1527 y por aquel entonces la tradición católica marcaba que los bebés tenían que ser bautizados en la iglesia más próxima a su lugar de nacimiento. 



Felipe II nació el 21 de mayo de 1527 en el Palacio Pimentel. Quince día después de dar a luz, Isabel de Portugal y su marido Carlos decidieron bautizar al niño. No sin antes inventarse una triquiñuela para bautizarlo por todo lo alto en el espacio más señorial posible. La tradición marcaba que el pequeño príncipe debía ser bautizado en la iglesia de San Martín, un pequeño templo modesto y discreto ubicado a escasos metros de la puerta principal del Palacio. 

Sin embargo, ante la insistencia de los reyes de bautizar a su hijo en la Iglesia de San Pablo, los organizadores del evento decidieron sacar al bebé por una de las ventanas del Palacio, la cual ya estaba situada en la zona de San Pablo.

Según cuenta la leyenda, los reyes ordenaron cortar los gruesos barrotes de la ventana, que con el tiempo se convirtió en la protagonista de la anécdota.  A día de hoy, podemos observar como una gruesa cadena rodea los barrotes de dicha ventana, en un intento de arreglar aquella separación caprichosa para celebrar el bautizo de quién más tarde sería el Rey Prudente, en cuyos dominios nunca se ponía el sol. 

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