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Un conde llamado Don Pedro

Javier Burrieza Sánchez |

La historia de Pedro Ansúrez
Un conde llamado Don Pedro

Sin duda, los ciudadanos cuando tienen que buscar la presencia urbana de Pedro Ansúrez —aquel que algunos llaman fundador cuando en realidad es repoblador o reorganizador del territorio— buscan su estatua en medio de la Plaza Mayor, debida al artista riosecano Aurelio Rodríguez-Vicente Carretero. Mucho más desconocido, poco valorado y homenajeado es su sepulcro, en la Catedral nueva de Valladolid —pues también estuvo en la vieja, la antigua Colegiata que este caballero fundó—, al final de su nave interrumpida del Evangelio. Distintos autores subrayan un sentimiento de abandono en esta última huella. Domingo Alcalde, por ejemplo, en su “Manual Histórico de Valladolid”, indicaba que el sepulcro se hallaba en un lugar “bien poco digno por cierto del que tan grandes mercedes hiciera á Valladolid”. Don Pedro había fundado la Colegiata de la villa, exenta de la jurisdicción del obispo de Palencia y directamente dependiente de Roma. Cuando falleció, en 1118-1119, el cadáver de don Pedro fue depositado debajo del coro de la Iglesia Mayor, dentro de las sucesivas colegiatas que se van a ir construyendo y ampliando. Cuando se inauguró el nuevo templo, el actual herreriano que podemos contemplar en 1668, fue trasladado hasta el actual emplazamiento. Era el deán de la catedral, José de Escobar, el que deshaciendo lo que se hallaba en la vieja Colegiata, “se auía hallado el cuerpo del señor Conde en una laxa de piedra y que así lo haçía sauer al Cauildo para que dispusiese la forma de su traslación y auiéndose conferido por el Cauildo, con el alboroço tan debido a cosa tan deseada pues el Cauildo no puede auer hallado cosa de su mayor estimación” (Libro 6º del Secreto del Cabildo, f. 99). Los canónigos consideraron que había que informar de todo ello a la Ciudad, al Ayuntamiento, pensándose las demostraciones que sería menester realizar con tal motivo. En aquel febrero de 1674, se debatió trasladar el cuerpo después de la Pascua de Resurrección, con la celebración de una misa solemne y de un sermón que, como era habitual, se encomendó a un fraile de los muchos que había en Valladolid. El alborozo programado se quedó en meras intenciones.

En 1918, con motivo de los ochocientos años de la muerte del conde Ansúrez, el Cabildo de la Catedral trató sobre la “traslación o colocación de los restos del Conde Ansúrez, en un sepulcro más decoroso que en la actualidad tiene”. Solución para ello se encontraba en la posible suscripción que se pudiese desarrollar para alcanzarlo. Para ello, era necesario contar con el permiso del cardenal Cos, el arzobispo de la diócesis. La asignatura quedó pendiente. Contaba, en 1995, el que fue deán de la Catedral vallisoletana por espacio de veintitrés años, Carlos Martín Manjarrés, que cuando treinta años antes se había creado el Museo Diocesano y Catedralicio con el arzobispo José García Goldáraz, se abrió el sepulcro del conde Ansúrez. Pudieron asistir a la misma varios catedráticos de Anatomía, Medicina Legal y Química, además que algunos historiadores, con el fin de estudiar los restos que contenían. Las fotografías que se conservan en el Archivo Municipal de Valladolid documentan la apertura no se produjo el 3 de febrero de 1979. Se encontró un cráneo en perfecto estado de conservación, además de algunos otros huesos pertenecientes al cuerpo de un hombre de complexión fuerte, que se había dedicado a la guerra y al ejercicio de las armas. Según dictaminaron en estos huesos, envueltos en un paño rojo, existían huellas de caídas de los caballos. Conservaba parte de la dentadura, lo que no era muy habitual en un hombre que murió a edad adulta a principios del siglo XII. Ellos afirmaron que se podía deber a una buena alimentación realizada a dedo, sin el uso de los cubiertos. Junto a los restos aparecieron dos documentos. En uno de ellos se daba cuenta del traslado del cuerpo efectuado desde la antigua Colegiata de Santa María a la nueva Iglesia Catedral cuando se empezó a hacer uso de ella. El segundo documento, fechado en 1677, era copia del primero para probar su autenticidad. Cuando la periodista Maribel Rodicio daba cuenta de esta información (El Norte de Castilla, 17.IX.1995), la Corporación Municipal acudía cada 3 de noviembre a rezar un responso “por el alma del buen conde”.

Por encima de su estatua yacente, se puede contemplar una pintura, un cuadro, en el que se veía cómo el arcángel San Miguel vencía a Satanás: “sobre éste se halla colocada en la pared una mugrienta espada, que se dice perteneció al espresado Ansurez, pero pocos conocimientos arqueológicos se necesitan para conocer que dicha espada no corresponde á su época”, indica el mencionado Domingo Alcalde. El mausoleo consiste en una imagen yacente de un guerrero, “toscamente tallado en madera”. A los lados del motivo principal del arcángel encontramos las armas de Pedro Ansúrez, con dos tabletas donde se podían leer las obras atribuidas a este noble del reinado de Alfonso VI: “Aquí yace sepultado / un Conde digno de fama, / un varón muy señalado, / leal, caliente, esforzado, / Don Pedro Ansúrez se llama. / El cual sacó de Toledo, / del poder del Rey tirano, / al Rey que con gran denuedo / tuvo siempre el brazo quedo / al horadarle la mano. / La vida de los pasados / reprehende á los presentes, / ya tales somos tornados / que el mentar los enterrados / es ultraje á los vivientes. / Porque la fama del bueno / lástima por donde vuela, / al bueno con la espuela / y al malvado con el freno. / Este gran Conde excelente / hizo la Iglesia Mayor, / y dotóla largamente; / el Antigua y la gran puente, /que son obras de valor. / San Nicolás y otras tales, / que son obras bien reales, / según por ellas se prueba. / Dejó el hospital de Esgueva /con otros dos hospitales. / Por esta causa he querido / que pregone esta escritura / lo que nos está escondido, / ya casi puesto en olvido / dentro de esta sepultura; / porque en este claro espejo / veamos cuanta mancilla / agora tiene Castilla / según lo del tiempo viejo”. El sepulcro, tras lo conmemorado en torno a su muerte en 1118-1119 —pues la fecha no la conocemos segura— sigue siendo poco valorado por el conjunto de los vallisoletanos ¿Fueron todos los señalados los trabajos de don Pedro para con Valladolid?

  

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