Redacción revista eSmás |
Entrevistamos a uno de los autores más leídos del thriller español
En los últimos años, el vallisoletano César Pérez Gellida (Valladolid, 1974) se ha convertido en uno de los autores más leídos del thriller español. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid, llegó al mundo de las escritura hace poco más de diez años, pero en este tiempo ha creado hasta un género y unos fans con nombre propio, los Gellidistas.
Tienes una historia como escritor atípica. No empezaste a escribir hasta pasados los 30 años y tu primera novela, Memento Mori, la publicaste hace unos 10 años. ¿Cómo llegaste al mundo de la escritura?
No fue premeditado, ni siquiera es algo vocacional que yo haya sentido desde pequeño y quisiera cumplir un sueño. Me gustaría contar algo más interesante, pero realmente surgió porque tengo problemas para conciliar el sueño y uno de los métodos que utilizaba, y utilizo, es el de quedarme en la cama inventándome una historia que retomo al día siguiente en el punto en el que me he quedado dormido y así no estoy dando vueltas en la cama molestando a nadie. Una de estas historias tenía que ver con un sociópata, que fue tomando forma y cuerpo en el personaje de Augusto Ledesma y un día decidí ponerla en papel. De ahí surgieron seis capítulos que cayeron en manos de un amigo que estaba muy bien relacionado con Michael Robinson y que, a su vez, estaba muy relacionado con el mundo editorial a través del Grupo PRISA y él me animó mucho a terminar esa historia. Lo hice y de ahí salió Memento Mori, que es mi primera novela.
Cuéntanos a qué te dedicabas antes de lanzarte a escribir.
Soy licenciado en Geografía e Historia pero nunca he ejercido como tal. Cuando terminé la carrera estuve preparando durante tres o cuatro meses unas oposiciones para archivos y bibliotecas y llegué a la conclusión de que, si tenía la enorme fortuna de sacar la oposición y mi futuro estaba en un cubículo cerrado sin contacto con gente, eso no era para mí. Entonces me dediqué al mundo comercial. Primero vendiendo casa por casa para Retecal, que eran comunicaciones por cable, y ahí fui creciendo. Pasé por el puesto de supervisor, jefe de ventas, delegado comercial... Iba teniendo cada vez más claro que el mundo comercial era un mundo en el que me desenvolvía muy bien. Ahí estuve unos ocho años, después pasé a Grupo Norte, a una división de servicios comerciales, y más adelante a Canal Ocio, una empresa de distribución de películas y videojuegos, como director comercial y de marketing durante otros ocho años, después de hacer un master de marketing en la Cámara de Comercio.
Y de ahí a escribir once libros en unos 10 años. ¿Deja tiempo eso para algo?
No. Este oficio es muy esclavo. Requiere muchísimo tiempo y mucha dedicación. Ahora menos, pero he estado años trabajando en torno a las 10, 12 o 14 horas al día, incluidos muchos fines de semana. Es un oficio que te exige estar continuamente conviviendo con tus personajes, generando ficción en tu cabeza, etc. Y yo amo esta profesión, pero tiene también estas partes complicadas.
La ciudad de Valladolid se convierte casi en un personaje principal de varias de tus obras. ¿Era importante para ti reflejarla en tus novelas?
Sí. Es el sitio del planeta que mejor conozco y con el que más me siento identificado. Es mi ciudad, adoro Valladolid, me siento muy vallisoletano y, para mí, al principio era el escenario principal por pura comodidad, por ser el lugar en el que mejor me desenvuelvo. Pero luego es cierto que se ha ido convirtiendo en un personaje más. No todas mis novelas se desarrollan en Valladolid, pero me encanta volver, siempre termino volviendo. Por ejemplo, con Todo lo mejor y Todo lo peor, que se desarrollan en el Berlín de los años 80, estuve tres años sin escribir en mi ciudad y, cuando volví, es como cuando uno vuelve a su casa después de estar mucho tiempo fuera. Te sientes cómodo, muy a gusto y muy seguro de lo que escribes.
Los personajes de tus libros llevaban tiempo sin pasar por Valladolid y con tu penúltima novela, La suerte del enano, volviste a tus raíces. ¿Es esa necesidad de volver a conectar con Valladolid?
Sí, porque después de ese periplo por el Berlín de los 80 tenía esa necesidad de regresar, de recuperar unos personajes que había dejado un tanto en standby, como el de Sara Robles, que ya salía en novelas anteriores pero con un papel menos protagónico. Pero yo sabía que, antes o después, iba a recuperar a estos personajes y a regresar a mi ciudad. Ha ocurrido con la La suerte del enano y también con la que se publicó el 9 de septiembre, Astillas en la piel, que no es Valladolid capital pero sí es Urueña, una localidad de la provincia, el escenario principal.
En 2018 fuiste elegido como pregonero de las fiestas de Valladolid. ¿Qué supuso este reconocimiento para ti?
Fue un orgullo inigualable. Es un momento en el que eres el portavoz de la ciudad, del sentimiento de los vallisoletanos, y las fiestas de Valladolid son un momento muy importante para nosotros. Para alguien que lleva viviendo en esta ciudad durante tanto tiempo, subirse al balcón del Ayuntamiento y dirigirse a tu vecinos, conciudadanos, amigos y familiares es inigualable.
También se notará el cariño en un momento como ese, ¿no?
Claro, desde luego. El cariño que sientes de la gente que está en la plaza es recíproco. Te apetece mucho conectar con esa gente y hablarles de lo que para ti son las fiestas de Valladolid, el ser vallisoletano, nuestra idiosincracia... Todo lo que nos rodea.
En algunos de tus libros música es un elemento indispensable y has llegado incluso a crear bandas sonoras. ¿Crees que perderían parte de su esencia si, por ejemplo, a Augusto Ledesma, protagonista de Versos, canciones y cachitos de carne, no le acompañasen sus canciones?
Nunca lo vamos a saber, porque esa novela ya está escrita. Pero sí que es cierto que en las dos primeras trilogías la música era un elemento muy importante y diferenciador, porque allí a dónde no llegaba yo con las palabras, llegan las canciones. Creo que hay dos vehículos muy importantes a la hora de transmitir emociones y sentimientos que son la música y la poesía. Y la música es un vehículo internacional, porque independientemente de que te gusto o no esa canción, te genera una serie de emociones. No es lo mismo lo que a ti te genera una canción de Vetusta Morla, por ejemplo, que una de Rammstein. No tiene nada que ver con los gustos, si no con las emociones.
¿Te consideras un melómano?
Sí, siempre he estado muy vinculado a la música, me acompaña desde muy pequeño. Y a la hora de lanzarme a contar una historia, uno de los ingredientes tenía que ser la música, porque es consustancial a mi forma de vivir. Y encontré esa forma de maridar bien la literatura con la música y me ha funcionado estupendamente. Eso sí, no es un recurso que pueda estar utilizando en todas y cada una de mis novelas, porque está vinculado a determinados personajes. En la primera trilogía era el caso de Augusto Ledesma y en la segunda de Ramiro Sancho. De momento no he vuelto a utilizar ese recurso, pero no quiere decir que no lo vaya a usar de nueva.
¿En qué género englobarías tu obra: novela policíaca, negra, thriller...?
Bajo mi punto de vista, la ortodoxia de la novela negra tiene que incluir obligatoriamente el componente de investigación criminal, sí o sí. No puede solamente estar ahí, si no que tiene que tener un peso importante en la trama. En algunas de mis novelas este elemento es muy importante y en otras no. La estructura que más se adecúa a mi forma de escribir es el thriller, así que yo diría que mi género es el thriller y, a veces, es más o menos negro. Lo que pasa es que yo no lo planifico de antemano, simplemente es que, a medida que va creciendo la historia, se desarrolla por unos derroteros que a mí me obligan a profundizar más en distintos aspectos, puede ser la investigación criminal o puede que no.
Hasta se podría decir que, algunas, tienen algo de históricas...
Yo soy un apasionado de la historia. Lo que pasa es que uno puede cometer el error de querer hacer alarde de los conocimientos que tiene, y en la novela no suele funcionar bien. Una cosa es el ensayo y, otra, la novela. Y otra bien distinta es que yo quisiera escribir una novela histórica, que no es el caso. Pero, por ejemplo, el Dies Irae, que es la segunda novela de mi primera trilogía, hablo mucho de la Guerra de los Balcanes, que tiene que ver con la trama y con los personajes. Pero quizás a determinados lectores les densifica demasiado el argumento. A otros les encanta, porque aprenden algo que no sabían sobre la Guerra de los Balcanes mientras están leyendo. Aquí, los gustos de cada uno son perfectamente respetables.
Se habla ya incluso del 'Género Gellida'...
Sí, yo es algo en lo que trato de insistir mucho, porque al final es mi marca. Y tener marca haces que te diferencies de los demás, que el lector te busque específicamente porque ha tenido buenas experiencias relacionadas con tus novelas y no es algo fácil de conseguir. Porque, de alguna forma, te tienes que diferenciar del resto, y eso para mí es una grandísima señal. El que haya una etiqueta hablando de género Gellida es un honor.
Para conseguir mantener ese ritmo, supongo que tienes alguna de esas famosas manías de escritor...
Estoy acompañado siempre de un secador, porque ese ruido a mí me aísla. Es como que me protege en una burbuja transparente en la que estoy yo y mis personajes, solos con la historia. A mí me funciona, me relaja muchísimo, me concentra y me aísla, que es lo que quiero. Y por eso tengo que vender muchos libros, para pagar la factura de la luz, y más ahora que está con un precio disparatado.
En los últimos años ha habido noticias de que se iba a adaptar Versos, canciones y cachitos de carne. ¿Cómo va el proceso? ¿Qué se puede contar?
Llevo hablando de esto tantos años... Junto con mi productora, que es Zebra Productores, llevamos en un proyecto juntos desde hace casi cinco años. Primero fue con Movistar, que estuvimos avanzando y después, por distintos motivos, cambiamos a otra opción que nos surgió. Y con ellos estamos avanzando bien, muy cerca de firmar el contrato definitivo y arrancar con fechas, preproducción, castings, etc. Pero todavía no puedo decir nada definitivo porque no hay nada firmado. Ojalá pudiera comunicar que lo tenemos hecho y cerrado. Antes era una asunto que me generaba mucha ansiedad, porque he trabajado mucho en los guiones y te haces muchas ilusiones. A todos los escritores nos hace ilusión que nuestros personajes tengan una segunda vida en la pantalla. Pero, cuando tenga que llegar, llegará.
Acabas de publicar tu nueva novela, Astillas en la piel. Háblanos de esta nueva historia.
Astillas en la piel es una novela bastante distinta a lo que tengo acostumbrados a los lectores, principalmente por dos motivos. El primero es que solo hay dos personajes principales, aparece alguno más de forma tangencial pero toda la trama y el peso dramático la soportan dos personajes, que son Mateo y Álvaro, dos amigos de la infancia con un pasado común que tienen que resolver. Además, hay un solo escenario, prácticamente todo se desarrolla en Urueña, que es una población de la provincia de Valladolid que es la Villa del Libro, porque tiene muchas librerías de antiguo, y es una población medieval bajo una cencellada muy dura en el invierno vallisoletano, etc. Es una atmósfera un tanto agobiante, de hecho la calificaría de thriller psicológico que cuenta con muchos giros de argumento y cosas inesperadas. Estoy prácticamente convencido de que a los lectores Gellidistas no les va a defraudar y espero llegar a otros muchos lectores nuevos, porque es absolutamente independiente y no tienes que haber pasado por ninguna otra para disfrutarla. Así que espero llegar a muchas personas.
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