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La pérdida de nuestra mascota

Marcela Santorum |

Para afrontar el duelo necesitamos atravesar un proceso de ajuste emocional que nos ayudará a aceptar el cambio en nuestra vida
La pérdida de nuestra mascota
 
La incorporación de animales a procesos terapéuticos es una perspectiva frecuente y avalada por muchos éxitos. Las mascotas cumplen funciones muy importantes en la recuperación de enfermos tanto a nivel cognitivo, emocional y conductual.

Estas acciones terapéuticas en diversos ámbitos de la enfermedad física y mental, demuestran que los vínculos entre los animales y las personas no se limitan a aspectos puntuales sino que son vínculos estrechos y llenos de significados afectivos que afectan en ambas direcciones. En este sentido, es frecuente observar los cambios en la conducta que ocasionan en un perro la pérdida de su dueño.

Las personas que por primera vez sufren la pérdida de una mascota se sorprenden frente a las intensas emociones negativas que afloran. Algunos incluso pueden sentir culpa por la pena que experimentan.

La realidad es que las mascotas son parte de la vida y de la familia, son amigos y compañeros. Comparten con sus dueños rutinas y crean lazos afectivos poderosos entre las personas y con ellos. Sucede que la compañía de una mascota ofrece unas cualidades muy particulares, difíciles de reproducir entre las personas.

Las relaciones humanas tienen un carácter de complejidad e imprevisibilidad que no existe en la relación con los animales, algo que es muy valorable ya que nos hace sentir aceptados incondicionalmente. Ellos no nos juzgan y nos liberan de muchas ansiedades propias de los conflictos cotidianos en las relaciones entre personas.

Los animales mejoran nuestras vidas. Son importantes sus efectos en aspectos afectivos como los estados depresivos y también los emocionales como la ansiedad. Pero aparte potencian la autoestima y favorecen aspectos motivacionales que aumentan la aparición de conductas de participación social, las expresiones verbales, las conductas de autocuidado y el ejercicio físico.

Todos estos motivos ayudan a que aquellas personas que no están familiarizadas con la interacción con una mascota, puedan entender y valorar lo que sucede con una persona cuando pierde a estos fieles compañeros. En este sentido tenemos que estar atentos especialmente a los más vulnerables que son sin duda los niños y ancianos. Es normal que aparezcan síntomas afectivos como la apatía, el aislamiento social, la tristeza e incluso cierta pérdida del apetito.

Para afrontar el duelo necesitamos atravesar un proceso de ajuste emocional que nos ayudará a aceptar el cambio en nuestra vida. Habrá días mejores y peores en los que una serie de emociones se suceden para conducirnos a la adaptación a la nueva situación. Inicialmente las personas inmersas en un duelo suelen experimentar negación, son los momentos en que las personas nos sorprendemos actuando como si nuestra mascota estuviese todavía con nosotros. Nos sorprendemos comprando algo para llevarle, llamando por él cuando despertamos o esperando sus ladridos cuando abrimos la puerta.

Esta situación comienza paulatinamente a solaparse con emociones negativas como la ira, propia de la toma de consciencia de lo que ha sucedido. No tardarán en aparecer los sentimientos emocionales de angustia y de estado de ánimo negativo como el llanto y la apatía.

Este complejo proceso emocional nos conduce a aceptar que la vida sigue y que tuvimos suerte de compartir parte de ella con este ser que nos aportó momentos maravillosos, que fue una compañía única y aunque lloramos su desaparición, estamos profundamente agradecidos a la vida por haber sido los destinatarios de sus atenciones.

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